VENTURA Y ATREVIMIENTO, Comedia famosa



DATOS BIBLIOGRÁFICOS

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Título

Título: VENTURA Y ATREVIMIENTO, Comedia famosa. Procedencia: Suelta; Final Acto III

Autoría

Autor: Félix Lope de Vega y Carpio. Fiabilidad: De autoría dudosa

Peregrino

Citado en El peregrino I: No
Citado en El peregrino II: No

Parte

No presente en la colección de Partes de Lope de Vega

Manuscrito

No consta

Otras ediciones del siglo XVII

Título: VENTURA Y ATREVIMIENTO
Suelta: Suelta [s.l.: s.i., s.a.]
Atribución: Lope de Vega
Ref. bibliográfica: A. Castro y H. A. Rennert: Vida de Lope de Vega (1562-1635) (Notas adicionales de F. Lázaro Carreter). Salamanca, Anaya, 1969. 498.
Nota: En la Brisih Library, sign.: 11728.h.5.(15.). Comprobado en el Catálogo de la Biblioteca por ERG.

Observación: Poseyó Salvá una antigua suelta, según indican CR, p. 499, que señalan también una suelta en la biblioteca de Durán que no pasó a la Biblioteca Nacional de Madrid (p. 498).

Colecciones modernas

*Ref. bibliográfica: E. Cotarelo et al. eds.: Obras de Lope de Vega publicadas por la Real Academia Española [nueva edicion] (Con prólogos de E.Cotarelo y Mori y otros, 13 vols.). Madrid, RAE, 1916-1930. X.

* Edición utilizada

Ediciones singulares modernas

No consta

Versiones y traducciones

No se conocen

Bibliografía secundaria


- McCready, Warren T.. La heráldica en las obras de Lope de Vega y sus contemporáneos. Toronto: Edición privada. 1962.
Nota: Según McCready, la descripción heráldica de la comedia indica que "si la comedia fue escrita por Lope de Vega, ha sido retocada, especialmente en cuanto a la última jornada. La única indicación de que viniese originalmente de la pluma de Lope se halla en un parlamento del personaje Belardo.


ANOTACIONES PRAGMÁTICAS

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Datación

Fecha: 1620-1623
Ref. bibliográfica: Morley, S. G.; Bruerton, C.: Cronología de las comedias de Lope de Vega (La 1ª edición, en inglés, es de 1940). Madrid, Gredos, 1968. 578.

Dedicatorias

No existe dedicatoria.

Cómputo de versos

Número: 2530
Ref. bibliográfica: Morley, S. G.; Bruerton, C.: Cronología de las comedias de Lope de Vega (La 1ª edición, en inglés, es de 1940). Madrid, Gredos, 1968. 578.


CARACTERIZACIONES

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Personajes no computables

  • Acompañamiento
  • Gente
  • Máscaras
    Observación: Acompañamiento real

  • Personajes computables

  • Belardo, escudero, escudero [de la Infanta], [gracioso]

  • [Capitán]

  • Don Félix, caballero, [embajador de Aragón]

  • Don Luis, [caballero], [privado del Rey]

  • Don Nuño [de la Cueva], [caballero], [privado del Rey]

  • Doña Leonor, Infanta, infanta [de Navarra], [hermana del rey], [dama]

  • Doña Violante, dama

  • El conde Enrique [de Navarra], [privado del Rey], [galán], [protagonista]

  • El Rey de Navarra, [hermano de doña Leonor], [pariente con autoridad de doña Leonor]

  • [Mendo], [criado]

  • Ramiro, lacayo, lacayo [del Conde]
  • Universo social

  • Universo de la corte. Damas de compañía
  • Universo de la nobleza. Alta nobleza
  • Universo de la servidumbre. Criados cualificados (mayordomo, escudero...)
  • Universo del poder soberano. Reyes
  • Tiempo histórico

    Tiempo indeterminado

    Marco espacial

    Jornada 1
    Topónimo: Pamplona. [España]. Europa. Espacio: palacio; camino a Aragón.

    Jornada 2
    Topónimo: Pamplona. [España]. Europa. Espacio: palacio; jardín con el balcón de Leonor.

    Jornada 3
    Topónimo: Pamplona. [España]. Europa. Espacio: palacio; jardín.

    Duración

    Obra: 3 días (aprox.). Nota: En las tres jornadas se extiende la acción hasta la noche.
    Jornada 1: 1 día (aprox.)
    Jornada 2: 1 día (aprox.)
    Jornada 3: 1 día (aprox.)

    Género

    Género principal:

    • Comedia > universo de irrealidad > libre invención > palatina.

    Extracto argumental

    Jornada 1
    Don García, el Rey de Navarra, expresa su amor a doña Violante, que lo declina hábilmente argumentando la enorme diferencia social que los separa: No hay cosa que Amor acierte / mejor que prendas iguales. La aparición del conde Enrique interrumpe el diálogo y provoca la marcha del Rey. Pronto descubrimos que la verdadera causa, desconocida para el monarca, que motiva el rechazo de Violante a su cortejo es precisamente el amor que la dama siente por Enrique. Sin embargo, Violante, igual que el Rey, ama aborrecida, e imagina que la causa que provoca el desamor del conde es su condición guerrera. Enrique, sin embargo, también encubre la verdadera razón de su rechazo, puesta al descubierto en el inmediato diálogo con su criado Ramiro: su secreta inclinación hacia otra dama de condición más elevada, la Infanta doña Leonor, hermana de don García.
    Acto seguido, el Rey de Navarra explica al conde que ha recibido cartas de los Reyes de Francia, Castilla, Aragón y Portugal, solicitándole todos ellos la mano de la Infanta, pero él no consigue identificar el enlace idóneo; iguales en merecimiento, la razón del Estado solamente / se ha de mirar en la ocasión presente. Enrique le aconseja optar por el Rey de Aragón, don Pedro, para ganar la amistad de un reino vecino y olvidar los continuos recelos bélicos entre ambos. El Rey confirma la elección, pero recuerda que Leonor aborrece a don Pedro; Enrique apuesta por la cordura de la Infanta, que consentirá el enlace con miras a la paz del reino. El monarca, que no confía en un desenlace tan sencillo, recompensará al conde si consigue que Leonor acepte al Rey de Aragón como esposo.
    A solas, Enrique, en un bello monólogo, se lamenta ante la inminente pérdida de un dama a la que nunca podría poseer: Lo que nunca pude ganar, / ¿cómo lo puedo perder?. Ante Leonor, el conde expone y justifica el deseo de don García de casarla con el monarca aragonés. La Infanta duda, pues teme un matrimonio desdichado con un hombre al que aborrece, momento que Enrique aprovecha para deslizar su propio merecimiento y sus deseos de tomarla como esposa. Leonor reacciona algo enojada y recomienda a Enrique guardar el respeto debido a la distancia social que los separa; rechaza a don Pedro como esposo e indica que Francia es igualmente reino vecino al navarro, y su monarca menos fastidioso para ella. El conde, ahora celoso del francés, insiste en el cortejo; amenazado y nuevamente rechazado, decide condenarse a sí mismo a destierro y marcharse a servir al Rey don Pedro de Aragón: que es justo, / para no morir de celos, / servir al que aborrecéis.
    Violante, a quien Enrique ha comunicado su partida por sentirse, le ha mentido, mal premiado por el monarca navarro, acude ante doña Leonor para suplicarle que interceda ante el Rey e impida la marcha de su amado. La petición de Violante, salpicada de comentarios acerca de la nobleza, generosidad y valentía del conde, empieza a causar una extraña sensación, expresada en apartes, en el pecho de la Infanta: de golpe se entra, ¡ay cielos!, / pues busca Amor la puerta de los celos.
    El Rey navarro se presenta ante la Infanta, contento por la noticia de que Enrique parta hacia Aragón, pues cree que va a recibir las albricias de don Pedro por el matrimonio concertado. Leonor le explica, sin embargo, que el conde pretende marcharse servir a don Pedro porque se siente mal premiado en Navarra y suplica a su hermano que impida su partida. El Rey, que siempre se ha mostrado dispuesto a recompensar a un hombre de tal valía, sospecha que existen motivos ocultos para su marcha e invita a su hermana a referir la verdadera ocasión. Leonor, preocupada por no desvelar en lo más mínimo sus nuevos sentimientos, confiesa a su hermano que fue Violante quien le pidió que tratara de evitar la marcha de Enrique. La Infanta se retira y el Rey queda solo, conocedor ahora de la causa por la que Violante no le corresponde.
    Para averiguar si el conde corresponde a Violante, el Rey habla con Ramiro, su criado. Éste contesta con el buen humor del gracioso a todas las preguntas del monarca, a quien revela que, a pesar de que Violante escribe cada día a su amo, éste tiene los ojos puestos en una dama de más elevada condición. Poco después, Enrique se presenta ante el Rey para despedirse, ocultando la verdadera causa de su marcha, y pedirle licencia. El monarca, celoso, lo despacha desabrido. El malestar del Rey no ha pasado desapercibido a ojos de don Luis y don Nuño, caballeros de la confianza del monarca; ambos comentan los celos sentidos por su señor y confían en que la ausencia del conde proporcionará al Rey el amor de Violante.
    Unas horas después, Enrique, triste y disgustado, parte hacia Aragón acompañado por Ramiro. En el camino, son asaltados por un grupo de enmascarados, entre los que se encuentran don Luis y don Nuño. Señor y criado se defienden con brío y, en la refriega. Enrique hiere a don Nuño; don Luis y el resto del grupo consiguen huir. Ramiro descubre en la faltriquera de don Nuño, a quien ha registrado en busca de dinero, una carta. Gracias a ella, Enrique conoce que la emboscada ha sido ordenada por el Rey de Navarra con la intención de acabar con su vida. Poco después, Belardo, un escudero, alcanza al conde y le entrega un papel de parte de la Leonor: la Infanta le pide que regrese a Pamplona, pues desea verlo. Enrique entrega una cadena a Belardo en recompensa y decide retirarse a una venta cercana para escribir a Leonor su respuesta.


    Jornada 2
    Belardo regresa a Pamplona, a palacio, con una carta de Enrique para Leonor. El conde explica en ella a la Infanta de qué manera podrán volver a verse. Por otra parte, don Nuño se queja ante el Rey y la Infanta por la deslealtad de don Luis, que lo abandonó a su suerte en mitad del peligro. Don García, ajeno a ello, parece concentrado únicamente en vengarse de Enrique, que será reclamado al Rey de Aragón. Leonor, poniendo en práctica la trama orquestada por el conde, explica a su hermano que ha recibido una carta del monarca aragonés; según la misiva, Enrique ha comunicado a don Pedro que, despreciando su valía, el Rey de Navarra ha entregado la mano de la Infanta al monarca portugués. El aragonés, enfurecido, ha nombrado a Enrique general del ejército que ha de enfrentarse a los navarros. Don Nuño, al oír esto, pide licencia para marcharse a Aragón de inmediato a castigar al renegado.
    Justo en ese momento, Mendo, un criado, anuncia la presencia del conde Enrique en palacio, en respuesta, dice, a la llamada del Rey. Entre la rabia y el desconcierto que provoca su llegada, se presenta el conde ante don García; su hermana le recomienda que postergue la venganza y lo escuche. Esquivo y silencioso el Rey, es Leonor la encargada de recibir las explicaciones dirigidas en realidad al monarca. Enrique expone que, de camino a Aragón, hacia donde partió con la licencia de don García, fue asaltado por un grupo de embozados que pretendía asesinarlo; él se defendió y logró llegar a su destino. Allí se encontró con las quejas del Rey aragonés, que le explicó que el de Navarra le había quebrado la palabra. Por ello, don Pedro organizó sus tropas para plantar batalla y lo nombró general. Enrique, reacio a traicionar a su legítimo señor, decidió regresar a Navarra para prevenirlo, aun sabiendo que ello podría costarle la vida: Máteme el Rey, / y sepa el mundo que voy / a morir por ser leal / y que mi amor me mató. El Rey de Navarra, que ha escuchado la relación de Enrique, confía en sus palabras y le concede el perdón, recomendando a su hermana que haga lo propio; ambos, el conde y la Infanta, aprovechan el breve momento de intimidad para declararse mutuo amor. También don Nuño, contagiado por la escena, hace las paces con Enrique.
    Violante habla a solas con Leonor; la dama está convencida de que Enrique ha vuelto a Navarra para casarse con ella y pide a la Infanta que concierte su matrimonio con el conde sin que tenga noticia de ello don García. Leonor piensa servirse de Violante para que el Rey no se entere de su relación con Enrique, con el que se reunirá esa misma noche en el jardín de palacio.
    Por la noche, Leonor y Violante se asoman al balcón de la alcoba de la dama; desde allí, hacen señas a Enrique y Ramiro, que acaban de llegar. Leonor pide a Violante que se retire para que ella pueda hablar tranquilamente con Enrique en su lugar. Aunque Violante, que interrumpe la conversación en varias ocasiones (¿Qué dice el conde?), cree que Leonor está actuando de tercera para favorecerla, en realidad la Infanta conversa con su amado, a quien confiesa que su amor nació de los celos y le pide que no vuelva a hablar con Violante. Llega don Nuño al lugar y reconoce a Enrique. Ramiro imagina que es don García el recién llegado y avisa a Enrique de la presencia de treinta soldados, nada menos. El conde abandona el lugar. Don Nuño encarece la cobardía de Enrique, y lo propio hace Leonor ante Violante.
    Poco después regresa el conde, arrepentido por no haber hecho frente a los supuestos soldados y dispuesto a demostrar su valor ante su amada. Don Nuño ha vuelto igualmente al lugar, esta vez con gente, y pregunta a Enrique si puede haber valor en el hombre que huye; Enrique se enoja y acomete con la espada a don Nuño y a sus acompañantes, a los que pone en fuga. Poco después, Ramiro, que había escapado ante las primeras voces de alarma, regresa y lamenta, bravucón, ante la Infanta no haber estado presente el combate: Corrieran sangre las calles. Enrique encuentra embozado a Ramiro, que, al no reconocer a su amo, se niega a revelar su identidad; el conde lo descubre de un cintarazo antes de comunicarle que el enfrentamiento con don Nuño le traerá problemas en el futuro.
    Más tarde, en palacio, don Nuño explica al Rey que Enrique huyó como cobarde del terrero, donde servía a Violante. Don García no termina de creer la relación de Nuño, pues no se explica que el conde huyera cobardemente para acometer inmediatamente después a un grupo de hombres. No obstante, cegado por los celos, decide entrevistarse personalmente con él para averiguar si ama a Violante. El Rey le pide explicaciones sobre la ruptura de las paces acordadas con Nuño y expone a las claras su amor por Violante. Consciente del verdadero motivo por el que el monarca lo solicita, Enrique explica que desconocía que el Rey amara a la dama. ¿Qué pasará, pregunta don García, la noche en que se encuentre el conde en el terrero con su propio Rey, ambos solicitando en amores a una dama? ¿También se enfrentará a él con la espada? En aparte, Enrique reflexiona sobre su delicada situación, pues no podrá convencer al Rey de que no ama a Violante y justificar al mismo tiempo su presencia bajo el balcón de la dama. El monarca le exige al menos que reserve el arrojo y el acero para luchar contra el aragonés.


    Jornada 3
    La jornada se abre con la disputa entre don Luis y don Nuño. Éste le reprocha que lo abandonara herido durante el asalto al conde Enrique; aquél, que lo señalara como traidor y cobarde, delante del Rey y la Infanta primero, por toda la corte después. La discusión va subiendo de tono y ambos se amenazan. La aparición de la Infanta serena los ánimos, pero don Luis ya ha decidido asesinar a don Nuño esa misma noche, en secreto, sabiendo que a buen seguro culparán a Enrique de su muerte.
    Por otro lado, Leonor entrega a Violante un papel que ésta a su vez debe trasladar a Enrique: hoy sabrá Enrique, por él, / lo que ha de hacer. Violante se encuentra acto seguido con Ramiro y, ejerciendo de tercera sin saberlo, le entrega la nota que la Infanta le dio para su señor: no sé cómo ésta no entiende / el engaño de Leonor, expresa en aparte el criado. Finalmente lo recibe Enrique, que es citado por la Infanta esa noche en el jardín.
    De noche, en la puerta del jardín de palacio, se produce una serie de encuentros y confusiones. Por un lado, enviado por el Rey, llega don Nuño, acompañado por su criado Mendo, con la intención de espiar a Enrique y averiguar qué relación mantiene con Violante. Mientras don Nuño permanece junto a la puerta, Mendo vigila los alrededores. Ninguno de los dos percibe, sin embargo, la presencia de don Luis, que persigue a don Nuño para darle muerte; ni tampoco la de Enrique y Ramiro, que llegan en último lugar, embozados. El conde entra en el jardín y Ramiro, que escucha gente, huye del lugar, dejando solo nuevamente a Enrique. Éste, creyendo que habla con Ramiro, se dirige a don Nuño, a quien comunica que ya ha logrado abrir la puerta del jardín y se dispone a entrar. Don Nuño entiende fundados los celos del Rey y envía a Mendo a avisarlo: Él lo ha de ver con sus ojos. Mendo se marcha inmediatamente, pero don Nuño no se apercibe y, al dirigirse de nuevo a él, se hace escuchar por don Luis. Éste aprovecha la ocasión para clavarle una daga y, acto seguido, se marcha del lugar.
    Poco después, regresa Mendo acompañado por el Rey; encuentran el cadáver de don Nuño e inmediatamente el monarca concluye que lo ha matado Enrique para no ser sorprendido con Violante. Por su parte, Enrique regresa a la puerta del jardín al escuchar ruido y allí se encuentra con don García, que lo manda apresar sin apenas permitirle defensa. Ramiro también es llevado a presencia del Rey. A falta de indicios claros que incriminen a Enrique, don Luis, de regreso en la escena del crimen, sugiere que debió ser el lacayo quien asesinó a don Nuño. Ramiro se declara inocente y acusa a don Luis del asesinato, ya que lo vio merodeando por la zona; sin embargo, nadie toma en cuenta su testimonio y se ordena que le den tormento hasta que confiese.
    Afortunadamente, aparece entonces don Félix, un embajador del Rey de Aragón, para solicitar a don García respuesta a la petición de la mano de Leonor que hizo don Pedro. Durante la conversación, se descubre que Enrique jamás fue nombrado general del ejército aragonés; de hecho, ni siquiera llegó a pisar Aragón. Sin embargo, el conde Enrique, llevado a presencia del monarca, se niega a explicar la situación para no delatar a la Infanta. El Rey lo condena a muerte por el asesinato de don Nuño. Leonor consigue hablar a solas con Enrique y le pide que confiese que ha estado con ella. Él se niega. Por ello, la Infanta decide sincerarse ella misma con su hermano y con el embajador y confesarles que Enrique no ha podido asesinar a don Nuño, ya que estuvo en su compañía; sólo al escuchar las quejas del herido, el conde la abandonó para socorrerlo. El embajador considera que Enrique debe casarse con Leonor: porque a tal atrevimiento, / tal ventura se aplique, sugerencia aceptada por el monarca, que levanta la pena de muerte dictada. Queda por descubrir, no obstante, la identidad del asesino de don Nuño. Cuando Ramiro repite el nombre de don Luis, éste niega su culpa y saca la daga para herir a quien lo acusa. En ese momento, el Rey observa que la hoja esgrimida por don Luis todavía está manchada de sangre y así queda descubierto el asesino, que sufrirá tormento. Finalmente, don García nombra al conde Enrique Condestable de Navarra y Violante se sabe recompensada al dejar por lo más lo menos, es decir, por el amor del Rey el del conde.


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