Puesto que al hombre concedo,
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como es razón, la ventaja,
porque desde su principio
nuestra cabeza se llama,
no es razón, pues que salimos
de su carne, que nos haga
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desprecios y tenga en poco,
porque en las letras humanas
y divinas hay ejemplos
de mujeres celebradas
por únicas, por insignes
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en las letras y las armas.
De las armas no me toca
decirte ejemplo de tantas
como admiraron el mundo
en Grecia, España e Italia.
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De las letras, ¿quién no sabe
que Corinea Thebana
venció a Píndaro, poeta
que tanto la Grecia alaba,
cinco veces, y escribió
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siete libros de epigramas?
Tespia igualó con Ovidio;
Erina a Homero se iguala,
que con años diez y nueve
tuvo mayor elegancia;
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Sapho fue del verso autora
que ahora saphico se llama;
los versos de su marido
Lucano, enmendó Argentaria;
enseñó Filosofía
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al gran Pericles, Aspasia;
Damófila escribió versos
dulces a honor de Dïana;
epístolas sentenciosas,
Cornelia con Anastasia;
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astrología leyó
en Alejandría Hipatia;
Femonia halló el verso heroico,
y el lírico halló Theana;
escribió contra Teophrastro
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Leoncia materias raras,
y por deidad fue tenida,
por sus ciencias, Sosipatra;
Cenobia escribió la historia
de Oriente; Delbora sacra
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fue profeta de Israel,
y en Troya la gran Casandra;
fue divina en Teología,
en Roma, la inglesa Juana,
y Sócrates, de Diotima
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aprendió cosas tan altas;
leyó Areta, muerto Arístipo,
y al filósofo Pitágoras
declaró Dana, y a Estacio
igualó su esposa Claudia.
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Plutarco alaba a Targelia,
y a Telesila Pausanias,
Herodoto alaba a Istrina,
y san Jerónimo a Fabia;
a Eustoquia llaman prodigio,
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monstruo del mundo a Constanza,
Nicostrata halló las letras,
venció Catherina santa
los sabios con conclusiones.
Todas las sibilas sacras
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fueron mujeres; las artes,
pintadas en forma humana,
merecen las de mujeres;
por ciencia e industrias raras,
muchas llegaron a reinos,
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y alguna emprendió ser Papa;
que vemos por experiencia
que las más necias engañan
a los más discretos hombres,
y que sus industrias bastan
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a sacarlos de peligros,
como, fingiendo su estatua,
Micol al santo David.
Sin esto, es cosa muy llana
que no saber las mujeres
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más letras que el hombre, es causa
no enviarlas, como al hombre,
a las escuelas, muchachas;
que si en Universidades
entrar mujeres se usara,
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las cátedras fueran suyas;
pero ellos temen su infamia.
Esto basta que te diga,
y que haré, pues que te espanta
el precio de mi valor,
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honrado el ser y la patria,
que en públicas conclusiones,
rendidas sus fuertes armas,
todos los sabios de Persia
me confiesan su ignorancia.