VENGANZA PIADOSA, Comedia de, LA
DATOS BIBLIOGRÁFICOS
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Título: VENGANZA PIADOSA, Comedia de, LA. Procedencia: Manuscrito; Final Acto III
Autoría
Autor: Félix Lope de Vega y Carpio. Fiabilidad: De autoría dudosa
Observación: CLARK, Fred M. (Objective methods for testing authenticity and the study of ten doubtful comedias attributed to Lope de Vega, Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1971 ) rechaza que sea de Lope
Peregrino
Citado en El peregrino I: No
Citado en El peregrino II: No
Parte
No presente en la colección de Partes de Lope de Vega
Manuscrito
Tipo: Copia
Localización: Madrid, Biblioteca de Palacio (España)
Ref. bibliográfica: S. Arata: Los manuscritos teatrales (siglos XVI y XVII) de la Biblioteca de Palacio. Pisa, Giardini Editori, 1989. 29.
Nota: Sign.: II-461(1). Comprobado en el Catálogo de la Biblioteca por ERG.
Otras ediciones del siglo XVII
No consta
Colecciones modernas
*Ref. bibliográfica: E. Cotarelo et al. eds.: Obras de Lope de Vega publicadas por la Real Academia Española [nueva edicion] (Con prólogos de E.Cotarelo y Mori y otros, 13 vols.). Madrid, RAE, 1916-1930. I.
* Edición utilizada
Ediciones singulares modernas
No consta
Versiones y traducciones
No se conocen
Bibliografía secundaria
- Clark, Fred M.. Objetive methods for testing authenticity and the study of ten doubtful comedias attributed to Lope de Vega. Chapel Hill (N.C.): The University of North Carolina Press. 1971.
Nota: Rechaza la atribución a Lope, entre otras obras, de esta comedia.
ANOTACIONES PRAGMÁTICAS
Ver / Ocultar secciónDatación
Fecha: 1590?-1595?
Ref. bibliográfica: Morley, S. G.; Bruerton, C.: Cronología de las comedias de Lope de Vega (La 1ª edición, en inglés, es de 1940). Madrid, Gredos, 1968. 576, 606.
Nota: Según MB las comedia, de autoría dudosa, podría fácilmente ser de 1590-95. Aunque finalmente la incluyen entre las "Imposibles de fechar" , p. 606.
Dedicatorias
No existe dedicatoria.
Cómputo de versos
Número: 3122
Ref. bibliográfica: Morley, S. G.; Bruerton, C.: Cronología de las comedias de Lope de Vega (La 1ª edición, en inglés, es de 1940). Madrid, Gredos, 1968. 575.
CARACTERIZACIONES
Ver / Ocultar secciónPersonajes no computables
Personajes computables
Universo social
Tiempo histórico
Tiempo indeterminado
Marco espacial
Jornada 1
Topónimo: Argel. [Argelia]. África. Espacio: palacio; camino; playa.
Jornada 2
Topónimo: Argel. [Argelia]. África. Espacio: palacio real; mezquita.
Jornada 3
Topónimo: Argel. [Argelia]. África. Espacio: palacio real; mezquita.
Duración
Jornada 1: 1 día (aprox.)
Jornada 2: 1 día (aprox.)
Entreacto 2 a 3: Número indeterminado de días
Jornada 3: 1 día (aprox.)
Género
Género principal:
- Comedia > universo de irrealidad > libre invención > palatina.
Nota: Con elementos de comedia / de tradición literaria / novelesca
Extracto argumental
Jornada 1
La jornada da comienzo en Argel, en una sala del palacio real. Allí, la Infanta Armidora reprocha al bajá Rosalén, servidor de su hermano el Rey, que no corresponda a sus deseos amorosos. Rosalén insiste en que siente adoración por Armidora, pero declara que, por ser ella Infanta y él un leal servidor del Rey, sólo podrá tomarla cuando el monarca decida entregársela por esposa. La actitud de sensatez servil que demuestra Rosalén desquicia a la Infanta.
Entretanto, el Rey, enamorado de Serafina, hermana de Rosalén, enfurece al comprobar que las palabras y razones amorosas no ablandan el corazón de la dama; cegado por el deseo, pretende forzarla. Rosalén se planta ante el Rey para rogarle que, como recompensa a los muchos servicios que tanto su padre como él mismo le han prestado, no deshonre el nombre de su familia. El Rey toma las palabras de Rosalén como muestra de orgullo desmedido, contrario a los deseos de su señor, y ordena su ejecución como escarmiento. Serafina, afligida, propone, a cambio del perdón para su hermano, ceder ante los deseos del Rey, pero éste no acepta; tampoco Rosalén, que prefiere morir antes de ver su honor mancillado y a su hermana humillada. Queda ordenado a Angulema, alcaide, a Abenzar y a otros moros criados, llevar hasta la playa a Rosalén y ahogarlo. Ante sus ejecutores, Rosalén afea el comportamiento del Rey, ya que, en pago por haberse negado a deshonrarlo en el ofrecido cuerpo de la Infanta, recibe semejante castigo. Serafina solicita todavía permiso de su hermano para ablandar al Rey, pero éste se muestra decidido a morir honrado, aunque teme que, muerto él, el Rey podrá hacer su capricho: que si yo en el alma mía / llevase seguridad / de vuestra firme lealtad, / dichosa muerte sería. Serafina se compromete a defender su honor.
Cuando la Infanta se entera de la feroz resolución de su hermano, acude al camino para trastocar su orden, ya que, aunque no se sienta correspondida por Rosalén, lo ama tanto que no puede permitir su muerte. Armidora, imperiosa, conmina a los moros que custodian a su amado a que trampeen el encargo y no cumplan la voluntad del Rey, pues de lo contrario ella se ocupará de que también ellos mueran. Ante tan persuasivas razones, Angulema se compromete a obedecer a la Infanta: abandonará a Rosalén en la playa y volverá ante el Rey, al que anunciará que ha cumplido la orden de ejecutar al bajá. Rosalén agradece la intervención de Armidora, pero se niega, ni siquiera por venganza, a mancillar el honor del Rey: Alá no me manda a mí / que imite el mal, sino el bien. Confiesa, eso sí, una vez más, su inquebrantable amor a la Infanta.
Mientras tanto, en palacio, el monarca insiste con Serafina y la encierra a la fuerza en sus aposentos; las palabras de Armidora, que intenta mediar en favor de la dama, son desoídas por el Rey, que ordena que amordacen a Serafina para evitar escándalos mientras la violenta.
Ya en la playa, Angulema y los demás moros dejan a Rosalén en la ribera, con la esperanza de que alguna galera le sirva de asiento. Abenzar se queda con Rosalén como muestra de amistad, pese a la resistencia del bajá, que no quiere que su amigo caiga también en desgracia. Poco después, se ven sorprendidos por un cuerpo que, empujado por las olas, llega sin aliento a la orilla; se trata del joven Clarino, llegado desde Valencia, donde queda su esposa, hasta la costa argelina en busca de su padre, cautivo desde hace diez años, según sus noticias, de Angulema, un privado del Rey de Argel. Rosalén y Abenzar se sorprenden por el gran parecido entre joven cristiano y el Rey moro. Afligidos por su historia y su decrepitud deciden ayudarlo a cumplir su objetivo: rescatar a su progenitor. Además de ayudarlo en tan noble acción, los moros, que toman al joven como hermano, urden utilizarlo en beneficio propio para vengarse del Rey.
Jornada 2
En palacio, Abenzar da cumplida cuenta al Rey de que su voluntad ha sido satisfecha: tal y como ordenó, quedó en el agua Rosalén, le dice al monarca; pero infunde a su relato ciertos tintes místicos; cuando murió el bajá, el cielo se abrió y el mar quedó en calma. El Rey, por su parte, teme que el vulgo se rebele contra la condena, pues era el bajá muy bienquisto del pueblo. Confiesa que consiguió los favores de Serafina, aunque tuvo que forzarla, y por ello le solicita que contribuya con buenas palabras a que ella ceda y olvide también la ejecución de su hermano.
A solas con Serafina, Abenzar le confiesa que su hermano está vivo. Rosalén, que aparece poco después, al enterarse de que el Rey ha forzado a su hermana, quiere matarla para restaurar el honor familiar. La Infanta intercede e invita al bajá, una vez más, a tomar venganza gozando de ella. La pertinaz negativa de Rosalén hace dudar a la Infanta de su hombría. Él insiste en su lealtad al Rey, aunque termina por darle mano de esposo. A continuación, relatan a Armidora la trama que han urdido contra el Rey, que debe desembocar, expone Rosalén, en la boda entre el soberano y Serafina. Durante el embuste, Clarino y Rosalén deberán esconderse en el aposento de la Infanta, algo que ella acepta gustosa. Allí, el cristiano espera recibir a su padre, Clarineo y, a tal efecto, Abenzar ha pedido a Angulema que le ceda a su esclavo por ese día.
Se van todos menos Abenzar, con quien se reúne el Rey. Ante ellos aparece Rosalén vestido de resplandor y anuncia la sentencia horrible que Mahoma ha dictado contra el Rey de Argel y sus vasallos, a excepción de Abenzar, testigo del gran pecado del monarca, por el sufrimiento de Serafina y la muerte del bajá: todos los súbditos del reino quedarán del entendimiento trastocados y el propio Rey perderá la memoria. Desaparecido Rosalén, Abenzar, disimulando la risa, recomienda al soberano que, para aplacar a Mahoma, empiece por casarse con Serafina.
Por las calles de Argel, pasea Clarino, vestido como el Rey y algo confuso por el encargo de Abenzar y Rosalén, que le han pedido que se comporte como lo haría un monarca. Acto seguido, topa con Clarineo, su padre. Tras un breve diálogo en el que Clarino y Clarineo se cuentan su historia, el joven descubre su verdadera identidad al viejo cautivo, después de oír las quejas de éste por el abandono en que lo tiene su hijo. Clarineo saca un cuchillo para matarlo ya que, vistas sus ropas, imagina ofendido que su hijo ha renegado de su fe. Ante los gritos, llegan dos moros con las espadas desenvainadas para defender al fingido Rey; el viejo grita con desaliento que el monarca no es tal, sino su hijo; los moros, convencidos por Clarino de que el viejo debe estar bebido, se lo llevan a prisión entre burlas. Clarino, sumamente entristecido, espera solventar rápidamente el caso y rescatar a su padre.
Mientras el verdadero Rey conversa con Abenzar, llegan los moros que se llevaron al viejo cautivo y le comunican que ya lo dejaron en prisión. El Rey, claro está, no entiende nada; Abenzar sospecha que Clarino ya ha salido disfrazado y convence al Rey de que los moros hablan sin sentido porque ya ha comenzado la maldición anunciada y es preferible darles la razón; el monarca expone en un aparte ¡extraña es la perdición / que en estos moros empieza!. Llega entonces Angulema para pedir explicaciones sobre el encarcelamiento de su cautivo, hecho que aumenta la confusión del Rey. Abandona la escena el verdadero monarca y aparece inmediatamente el falso, Clarino, ante el asombro de Angulema y los otros moros, que toman este precipitado vaivén como signo de desasosiego y mal rato. A continuación se presenta un cautivo calabrés al que Clarino castiga por entender que reniega de su religión cristiana en Argel. De hecho, el falso Rey emite una orden que permite el retorno a sus tierras de todos los cautivos cristianos y condena a galeras a todos los renegados. Este bando, del que es informado por un súbdito el auténtico Rey de Argel, vuelve a producir en él enorme desconcierto. Abenzar convence al monarca para que siga dando la razón a sus trastornados vasallos. Poco después, el propio Abenzar explica a Angulema y al resto de moros principales que el Rey anda desasosegado, casi sin razón, desde su matrimonio con Serafina. El desconcierto del monarca parece tal que Angulema sugiere que gobierne la Infanta hasta que recupere la cordura.
Abenzar y Rosalén reprochan a Clarino su proceder, más propio de rey cristiano que de rey moro, cuando se ven sorprendidos por la aparición de Angulema. Rosalén sale sin ser visto, y Angulema escucha que el Rey, Clarino, quiere quitarse la ropa, ya que no está cumpliendo correctamente, piensa tras la reconvención de los moros, con su cometido. Clarino, además, empieza a sentirse tentado a gozar de la Infanta, que pasa, en su presencia, dulces noches de amor con Rosalén. En este ambiente, que conjuga los engaños y confusión de los mandatos reales con el desorden religioso (cristianismo/ islamismo), acaba la segunda jornada.
Jornada 3
Armidora explica a Rosalén y a Abenzar la pasión que se ha despertado en Clarino hacia ella, a causa de la cercanía en que viven, algo que no sorprende a los moros, pues las distracciones del cristiano, gran parte del tiempo encerrado, no son muchas. Para demostrar el peligroso extremo a que está llegando Clarino, Armidora pide a Rosalén y Abenzar que se oculten y presencien los requiebros que éste le lanza. Clarino, en efecto, corteja a la Infanta, reconociendo que su fe no es suficiente para apartarlo de la tentación que la dama representa. Rosalén y Abenzar abandonan su escondite para recriminar a Clarino su desviada inclinación y la poca fe que les ha guardado; el falso Rey excusa su debilidad ante Rosalén, y achaca al diablo y al encierro la tentación, y no a la falta de respeto y amistad; por ello, entre protestas de afecto, reconoce su culpa y pide que alejen de su lado a Armidora para evitar que su inclinación hacia ella descalabre sus propósitos.
La conversación queda interrumpida por la llegada de Angulema y otros moros, principales de Argel, preocupados por los desvaríos del Rey. El improvisado consejo, debido a la creencia general de que el monarca ha perdido el juicio, propone que gobierne la Infanta mientras el soberano se somete al tratamiento que propone Abenzar. El verdadero Rey aparece en escena, un tanto alarmado por la realización de un concilio a sus espaldas, pero, tras conversar en aparte con Abenzar, acepta con cordura las decisiones tomadas. Tanto el Rey como los principales reunidos se extrañan por la sensatez demostrada por unos y otros. Sin embargo, en cuanto desaparece el soberano auténtico, llega el fingido para sembrar la confusión, primero desautorizando al consejo, luego renegando de Mahoma y finalmente expulsando de la sala a todos los moros.
Para rematar la venganza contra el Rey, vuelve a aparecer Rosalén como un resplandor e indica el deseo de Mahoma de que muera la Infanta a cambio de la vida inocente del bajá, que el Rey ordenó sacrificar cruelmente. Sólo de esta manera quedará restaurada la cordura en el reino. El Rey siente que el castigo es extremo y ofrece su vida a cambio de la de su hermana, pero ésta se ofrece dichosa al sacrificio por el bien de su patria. Se produce un doble diálogo, abiertamente dramático entre el Rey, Abenzar y Armidora, cómico en los apartes que intercambian la infanta y el consejero, sorprendidos por la eficacia del engaño y por la desenvoltura con la que han conseguido llevarlo a cabo. El Rey declara luto general y ordena que el sacrificio se lleve a cabo en la mezquita.
Poco después, en el templo, aparecen tras una cortina moros con sogas y cadenas; Abenzar, con una espada en la mano y una tela para tapar los ojos de la Infanta; el Rey, con una vela en la mano y cadena y soga; la Reina Serafina y Armindora, con coronas de laureles y palmas. El Rey dirige sus palabras a las reliquias de Mahoma, ante sus súbditos, reconociendo su desorden y vicio, causantes de la triste situación que debe afrontar. Sinceramente arrepentido, solicita el perdón de la divinidad y pide al espíritu de Rosalén que interceda por él, tanto dolor ha de costarle la pérdida de su hermana. A continuación, Abenzar levanta la espada contra Armidora al tiempo que suplica que semejante sacrificio sea atendido por Mahoma. Sin embargo, declara, su brazo es incapaz de descargar el fatal golpe, pues una fuerza superior se lo impide, conmovida, a buen seguro, por el sincero arrepentimiento del monarca.
Aparece entonces por fin la figura "humana" de Rosalén, que declara haber sido enviado por Alá como sostén del reino. Rescatado de entre las ondas rigurosas por la divinidad, expone que el castigo sufrido por el Rey tuvo como instrumento a un ángel, perfecto reflejo del soberano, que revocaba sus órdenes. Fue este doble divino, y no la locura de las gentes, el que provocó el caos. El Rey, agradecido a la divinidad, acepta la unión entre Rosalén y Armidora. Para terminar con el disparate, venganza piadosa, Rosalén anuncia que el ángel que lo rescató y sembró el desconcierto en el reino, es decir, Clarino, llevará a un cristiano viejo hasta el punto exacto de la mar donde Rosalén fue rescatado; allí, el infiel será tragado por las aguas y el ángel volverá al cielo. Angulema, consciente del embuste, confía en aparte a Abenzar que la invención es ya excesiva, pero éste lo conmina a guardar silencio. Clarino, ángel vengador, y Clarineo, cristiano viejo, tal y como había anunciado Rosalén, aparecen en escena; el primero sanciona en nombre de Mahoma las palabras del bajá y recomienda al Rey respetar en adelante a Rosalén. Los cristianos se marchan dejando convencido al Rey del milagro:
Rosalén: Quédese el Rey engañado
Y nuestra industria [se alabe],
Con que la comedia acabe.
OBSERVACIONES A LA OBRA
Ver / Ocultar secciónObservación: De dudosa autenticidad (MB, 576)