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Desde que heredó Filipo
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Segundo, y primer monarca
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de Europa, volvió a la corte
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nuestro ilustre Duque de Alba.
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Dejó los vasallos tristes
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y llorosos por su falta,
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que ver el rostro al señor,
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si es bueno, contento causa.
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En diversas ocasiones
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ha sido en Francia e Italia
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siempre victorioso César,
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como Ulises en las trazas.
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Los enemigos le tiemblan
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y los soldados le aman;
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partes que a Alejandro dieron
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victorias extraordinarias.
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Finalmente, a Flandes vuelve,
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donde a sus hielos y escarcha,
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estatua de mármol sea,
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inmóvil, si bien con alma.
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Y porque allá no le ofenda,
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la naturaleza sabia
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acá le cubrió de nieve
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ya la cabeza y la barba;
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extiéndense sobre el pecho
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los largos hilos de plata.
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Pasamanos del vestido,
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o grabazón de las armas,
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parecen cuando los vientos
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con mil ondas los dilatan;
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o aristas de secos trigos,
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o del mar espumas blancas.
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Bien haya el Duque, que estima
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la gravedad que le causan,
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sin que contra el tiempo busque
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invenciones excusadas.
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Para partirse a la guerra
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quiere visitar su casa
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y a sus vasallos, a quien
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honra con mercedes varias.
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Al Barco de Ávila vino,
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donde con fiestas le aguardan,
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y desde allí a Piedrahita,
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y por la Aldegüela pasa.
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Por esto Fernando y yo
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partimos esta mañana
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a ver los toros que corren,
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y algunos de tu vacada.
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Salió el Duque, el Alba digo,
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con grave y alegre cara,
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a un balcón, oriente indigno,
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con arreboles de nácar.
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Quedó Fernando suspenso
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de verle, y aunque soltaban
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un toro, y todos huyeron,
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quedó en medio de la plaza,
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donde en dos brincos se puso
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un toro negro, con manchas
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pardas, contrario del tigre,
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pero en valor, semejanza,
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Volvió Fernando del sueño
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a las voces que le daban,
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cuando ya su aliento frío
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le tocaba en las espaldas.
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Sacó el acero animoso,
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y en la cerviz se le envaina,
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que por mucho que era corta,
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mucho más cortó la espada.
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Y los Regidores mandan
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que pague el toro, y el Duque
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de la silla se levanta.
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Dice a voces que le dejen,
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y por premio de su hazaña
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le dio este anillo, que es joya
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que en mucho debe estimarla.
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Salió de la plaza rico
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de favores y alabanzas,
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y de envidiosos también,
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que jamás en el bien faltan.
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A Piedrahita se vuelve
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el Duque, y es bien se salga
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la Aldegüela a recibirle,
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especialmente esta casa,
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pues a vos os dio hacienda,
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y a vos mujer, si el que casa
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hace merced; y advertid
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no culpe vuestra tardanza.